Limonero

Agriándome el semblante, de piel y metro y medio, hacia fuera. Quién no sea capaz de acercarse más a mí, sabrá que el saludo devuelto difiere y en mucho con los que pudieron venirse dando de aquí en adelante (avanzando hacia atrás en el tiempo).

Este año yo también he hecho mis propios recortes. Y éstos no son presupuestarios. Podrían considerarse como castigo, aunque no debería hacerse pensando que soy yo quien lo imparto, pues bien por todos debería ser sabido, que más me duele a mí perder tiempo (aunque ahora forme parte de mi pasado). Vayamos por partes:

• Supongamos que tienes por amiga a alguien que durante años te ha mentido descaradamente... y siguió haciéndolo día tras día mientras pudo, ajena a tu conocimiento previo de la mentira; suponiendote presa de una inocencia que te haría su cura siendo a la vez tu enfermedad.¿Cómo habrías de actuar?

• Si en primavera alguien con quien compartiste juegos cuando érais niños te llama un sábado a las 9 de la mañana para pedirte ayuda, y muy estúpidamente tú no dudas en ofrecérsela. De llegar el invierno sin haber vuelto a saber nada del tema, ¿qué harías?

• Y si en el verano a tu regreso, después de estar tan sólo (y solo) un año en el extrangero (por así decirlo) solo se acuerda de llamarte uno de esos pocos a los que tú todavía considerabas amigos. Os citáis en un lugar al que tú te ocupas de llegar puntualmente con 5 minutos de adelanto, y no contento con llegar 10 minutos tarde comienza a restregarte sus éxitos(definidos así por él mismo) personales dando por hecho que tú ni siquiera los hubieses tenido.¿Volverías a disponerte una tarde para tal recado?

• Puede que sea culpa mía, por incumplir mi último propósito del año; no felicitar las fiestas hipócritamente a nadie con quien no me hablase con frecuencia (a lo cual podríamos darle un margen de un par de meses). Pero hoy dió la casualidad de que fui a toparme frente a mis narices con esa persona que se columpiaba en la franja temporal establecida. Y tal vez por todos los momentos compartidos en la distancia, que yo valoré y estimé perdidos en inumerables ocasiones (no simultáneamente, claro), quise en pos de no esquilar tanto ganado en un invierno que ya se nos ha echado más que encima, arriesgarme. Fue una contestación proporcionalmente seca e impersonal al tiempo que había permanecido para esa persona en su indiferencia.¿Qué medidas serían oportunas para evitar semejante fechoría?
  

En primer lugar, obrar estoicamente (lo cual implica una aceptación pacífica de los hechos).

Tal vez un poco más tarde, y quien quiera que lo tome por huida, el aislamiento a un lugar común para una posible actuación del tiempo como agente catalizador en tus reflexiones (o en las suyas, quién sabe).

Después, contados más días que dedos hay en una mano, balsa y remo hacia un mar no tan a la deriva... como propio, lleno de ideas exprimidas a raíz de todas esas experiencias (sin entrar a calificarlas de malas o buenas).

A lo que sigue, supresión del contacto.

Menos mal que a todo esto se le suma el color de tus mejillas, la dulzura de tus besos, y todo el cariño que me arremolinas por encima del ombligo haciendo ventosa junto al tuyo, inseparables ambos. Con todas nuestras fuerzas y espolvoreando trocitos del chocolate blanco bombón que aun permanece derritiéndose en las comisuras de tus labios, resistiremos a todas cosas que por ahí tachan hasta los más valientes de tormentas. Gracias por hacer del que podría haber sido el más feo, el tiempo más bonito.