3:40 a.m.

Entonces miro el reloj, y veo que son las 3 de la mañana. La noche ya está más que bien entrada, casi saliendo. Un largo suspiro, cabizbajo, me hace comprender que otra noche más no podré conciliar el sueño. Sin enredar mis fantasías en tu pelo es sumamente difícil descansar. Toda la semana llevo ya oyendo los pajarillos cantar antes de perder el recuerdo. Días que se van, y se llevan consigo un montón de sonrisas. Como si hubiera perdido la cuenta. Hoy ya es 19 y han pasado 5 ya, sin ocurrir nada malo. O tal vez sí, pero no tanto como para que me haya percatado de ello. Seguramente por estar afanado bebiéndome cada uno de los fotogramas de realidad que compartes conmigo, sellados todos con tu increíble sonrisa a cada paso que damos, o cuando digo alguna tontería que te hace escapar una carcajada. Siempre hay un momento en el que sin ti, nada más existiría. O si lo prefieres, un momento en el que solo tú existes. Y para mí, las 3:40 de esta madrugada pareció ser la hora de ese momento. Por eso, no tuve otra ocurrencia que hacer sonar tu teléfono hasta despertarte, para solo decirte lo que todos saben ya. Pero que por si tú lo olvidas, siempre te recuerdo...

2 Disquisiciones :

Javi dijo...

¿Hay horas donde nunca puedes decir eso?
Las ocurrencias de la vida hacen grandes los pequeños detalles.

Maite dijo...

Me gusta mucho como esta narrado esto, realmente pone la piel de gallina.
Te sigo, saludos desde mi blog:)
www.todos-esos-pensamientos.blogspot.com

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