Escatimar

Siempre he escatimado las cosas buenas, para no cansarme de ellas. Saboreo de forma distinta todos esos momentos únicos, todas esas acciones que alguien o algo hace que sucedan una sola vez o con muy poca frecuencia. Con los te quieros me ha pasado lo mismo. Admiro la fabulosidad conceptual con la que se utilizan. Si bien, no es nada que probablemente vaya más allá de lo que otras dos palabras cualquiera signifiquen para otros, para mí significan algo más. Significan que sólo puedo decírselas a una persona. Y significan que si se las digo, no es porque en ese momento me apetezca hacerle un cumplido. Significa que esa persona para mí es única. Y no, no me importa no ser para esa persona yo la única. Es más, ni siquiera me importó nunca ser o no correspondido para decirlo o simplemente hacerlo. Influencia narcisista tal vez, la de aquellos que tras decirlo pluralmente anhelan sólo el hecho de ser correspondidos... o únicos en el mundo, para cientos. Ojalá más vulgar pudiera sentirme, si eso me alejara de espejismos tan nocivos. El baño inocuo de inocencia que brinda el desconocimiento de la verdad, es hasta para los más estoicos, un acelerador de la reacción inerte entre el yo y el resto. Por todos aquellos te quieros plurales, muerte al lenguaje. Mírense a los ojos, y cuando los pierdan, no se justifiquen. Las palabras, son palabras. Créanme. Se las lleva el viento. Lo que significan, demostrándolo, no tanto.