De qué serviría tener dinero sin tener paz. Como la que sientes cuando la temperatura ambiente es exactamente la igual a la tuya. Esa que recuerdas haber sentido sin saber muy bien por qué la última vez que te encontraste sola en el campo y comenzaba a llover sin viento. O la que te imagina sentada como los indios viendo alguna película infantil una y otra vez aquellas tardes de verano...
La felicidad no la da el dinero. Es esa paz que sientes cuando, pase lo que pase, tú estás tranquila a temperatura ambiente, músculos relajados y pensamiento intranscente...
Contigo mi paz es no pensar en perderte. Contigo mi paz es pensar en perdernos.
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