Chorlito

Entonces me descubro un tomate en el calcetín y sonrío. Pensaba mientras tanto en el tamaño de las nueces. Con esa forma, parecen el cerebro disecado de algunos. Y cuánta carne de cañón las envuelve. Se me hace raro haber estado creyendo que hoy fuésemos a hablarnos. No sé, tal vez esté echando demasiado de menos tus labios, y esa forma tuya de vocalizar cuando te miro. Qué tontería, ¿verdad? Angustia tenía por nombre la que esta noche durmió junto a mí, y así es como ambos hemos amanecido. Ella tendida de espaldas roncando a bocajarro y yo con la sien fruncida, pies y manos amoratados de frío. Por los suelos el ropaje del camastro este, sin más aliento que unos míseros apuntes a portaminas sobre el calendario. Qué sueños más tontos. Qué pesadillas más sabias.